Manzano aseguró
el 7 de julio de 2004 ante la Comisión Parlamentaria,
que examinó la Kangoo
«tres minutos» después de su llegada a Canillas y que lo único que vio fue la
bolsa con los detonadores bajo el asiento del copiloto. Su versión coincide
con la del inspector jefe Luis Martín y los demás policías que la examinaron
en Alcalá, y contradice el auto de procesamiento de Del Olmo, según el cual
la furgoneta contenía «61 evidencias»
MADRID.- «Cuando vi la furgoneta
estaba prácticamente vacía. No había nada. No había mucha dificultad en hacer
una inspección ocular de manera preliminar inmediata y determinar qué objetos
podría haber allí si no estaban escondidos o debajo del asiento, como en este
caso, que estaba debajo del asiento».
El que habla es el comisario
jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, el pasado 7 de julio de
2004 ante la
Comisión Parlamentaria que investigó los atentados del
11-M.
Sánchez Manzano se refiere a la
furgoneta Renault Kangoo localizada en las inmediaciones de la estación de
Alcalá de Henares la misma mañana de los ataques y que, presumiblemente, fue
utilizada por los autores de la masacre de Madrid.
Su testimonio ante la comisión
parlamentaria avala las declaraciones de los policías de Alcalá que
descubrieron esta furgoneta. Ellos hablaron también de un vehículo vacío, sin
nada. Incluso, el perro que olfateó el interior del vehículo aquella mañana
del 11 de marzo tampoco fue capaz de detectar los detonadores que había
debajo de uno de los asientos ni los restos de un cartucho de dinamita.
En julio de 2004, el responsable
de la desactivación de explosivos aseveró también que la furgoneta estaba
«prácticamente vacía», que «no había nada». Manzano respondía a las preguntas
realizadas por el representante de CiU Guinart Solá.
El comisario explicó que una vez
que fue localizada esta furgoneta le notificaron que era trasladada a la sede
de los Tedax, en el complejo policial de Canillas (Madrid). Afirmó que
desconocía los motivos por los que fue considerado sospechoso este vehículo.
Indicó que cuando llegó la furgoneta a sus instalaciones él estaba comiendo
en la cafetería del complejo, «que está al lado, a 15 metros», del lugar
donde dejaron el vehículo.
En su comparecencia declaró que
una vez que le informaron de la llegada del vehículo, apenas tardó «tres
minutos» en llegar a la zona donde la aparcaron. Es en ese momento cuando la
encontró «prácticamente vacía. No había nada». En aquellas fechas, los
desactivadores de explosivos dependían de la Comisaría General
de Policía Científica y, a todos los efectos, las instalaciones de los Tedax
correspondían a esta Comisaría.
Según Sánchez Manzano, pues, el
vehículo estaba vacío. Sin embargo, el sumario refleja que en su interior
había casi un centenar de objetos. Según consta en el auto de procesamiento
dictado por el magistrado instructor de este sumario, Juan Del Olmo, en el
interior de la furgoneta había «61 evidencias» -casi un centenar de objetos-
incluidas dos mantas, un jersey, dos bufandas, tres guantes, 14 chalecos de
fútbol y una bolsa de Carrefour, además de los detonadores y la cinta
coránica.
Los detonadores fueron claves
para llegar hasta el origen de los explosivos utilizados por los terroristas.
De hecho, fue el propio Sánchez Manzano quien, sin citar expresamente el
origen de su información, aportó los datos definitivos que permitieron a los
agentes de Información centrar sus pesquisas en Avilés como la población de
donde partió el explosivo empleado en la masacre.
A preguntas del representante
del Partido Socialista ante la comisión de investigación parlamentaria,
Rascón Ortega, el comisario jefe de los Tedax, explicó que él llegó a la zona
donde estaba la furgoneta acompañado del entonces comisario de Información,
Jesús de la Morena,
y de otros dos comisarios de su comisaría. Añadió que él se hizo cargo
únicamente de los elementos que tenían relación con los explosivos. Es decir,
de los detonadores y restos de dinamita hallados en una bolsa azul, que fue
lo único que él vio, «debajo del asiento», según se deduce de su testimonio.
Aclaró que de la cinta coránica no se ocupó él. Indicó en su comparecencia
que los tedax siempre hacen un informe sobre todo lo que encuentran en los
vehículos y lugares que inspeccionan.
La cinta coránica también fue
trascendental para trasladar a la opinión pública la posibilidad de que el
atentado no era obra de ETA sino de islamistas radicales.
EL MUNDO ya
informó el pasado mes de abril que las primeras dotaciones de agentes de la
comisaría de Alcalá que llegaron el 11-M hasta la furgoneta también mantenían
la versión de que la furgoneta estaba vacía. Esa fue la idea, además, que
trasladó en la comisión de investigación del Congreso el jefe de grupo de la Policía
Científica de Alcalá, Luis Martín: la furgoneta estaba
vacía. No había nada entre los asientos ni en la zona de carga. Desde los
cristales delanteros del vehículo, los agentes observaron cómo debajo del
asiento sobresalía un chaleco reflectante amarillo mal doblado. Encima del
salpicadero había una tarjeta de visita y, sobre el asiento del copiloto, una
cinta de casete gris transparente. En la zona, los agentes revisaron el
interior del vehículo con perros adiestrados en la detección de explosivos,
que no detectaron nada.
La furgoneta había llamado la
atención la mañana del día 11
a Luis Garrido, portero en una de las fincas de la
zona. Este testigo había visto junto al vehículo a tres personas que le
resultaron sospechosas. Los agentes se trasladaron a la zona tras recibir
este aviso. Observaron el vehículo desde fuera y sólo vieron la casete, el
chaleco y la tarjeta de visita en el salpicadero. La zona de carga de la
furgoneta estaba separada de los dos asientos delanteros tan sólo por una
rejilla de agujeros amplios a través de los cuales, según los agentes, se
veía perfectamente el interior. Y aseguraron que en esa zona tampoco había nada,
que estaba vacía. La furgoneta figuraba como sustraída desde el 28 de
febrero, 12 días antes de la matanza.
Se desalojó la zona y se
requirió entonces la presencia de los especialistas en explosivos. Se forzó
el portón trasero para que un perro accediera al interior. No se detectó
entonces nada.
El vehículo iba a ser trasladado
primero a la comisaría de Alcalá y después a la Brigada Provincial
de Policía Científica. Pero finalmente se decidió que fuera trasladado a la
sede de la
Comisaría General de Policía Científica en Canillas, en las
instalaciones de los Tedax.
En Alcalá nadie vio nada en el
interior del vehículo. Así lo atestiguó de forma clara el jefe del grupo de
Policía Científica de Alcalá, el inspector Luis Martín. En el Congreso, la
diputada del Grupo Mixto le insistió: «¿Puede usted certificar que allí no
había nada a la vista?». «Lo certifico total y absolutamente», le contestó.
Pero ya en el complejo policial
de Canillas, la furgoneta no estaba vacía. Además de una bolsa con siete
detonadores, un trozo de cartucho con dinamita y una cinta con versos
coránicos, había también casi un centenar de objetos que, judicialmente, se
clasificaron como «61 evidencias».
Una
información de Fernando Lazaro publicada en el diario EL MUNDO
el lunes 7 de agosto de 2006. Por su interés informativo reproducimos
íntegramente su contenido.
|