Mesquida: «La conspiración de islamistas, etarras, policías y políticos para desbancar al Gobierno es delirante»
«En algún momento han llegado a intentar la deslegitimación de la institución monárquica»
A las nueve de la mañana del jueves, en su despacho de la Dirección General de la Guardia Civil que no ha abandonado tras su nombramiento como máximo responsable de los dos Cuerpos policiales, Joan Mesquida estaba absolutamente tranquilo, a pesar de que un periódico y una emisora de radio habían lanzado ya la acusación de que Interior había falsificado un informe pericial sobre el 11-M que relacionaba a ETA con los islamistas que perpetraron la matanza. «He pedido máxima transparencia. Todo se aclarará y muy pronto». Por la tarde el «escándalo» ya no era tal, aunque los «teóricos de la conspiración» aún intentaban mantenerlo vivo.
— Se ha acusado a un sector de las Fuerzas de Seguridad de haber dado una especie de golpe de estado para desalojar a un Gobierno del poder. ¿No ha llegado ya el momento de que intervenga el fiscal general del Estado?
— Creer que hubo una conspiración entre terroristas de ETA, terroristas islamistas, miembros de la Policía y políticos para desbancar al Gobierno es delirante y se descalifica sin más. Lo que no hay que olvidar es que estamos en puertas del juicio oral tras la instrucción de un sumario laborioso y complejo. Ahora hay que dejar que los jueces juzguen lo que ocurrió el 11-M. El intento de deslegitimar las instituciones judiciales o policiales por parte de algunos es algo que en España no es nuevo. No es la primera vez que por motivos espurios se intenta justificar argumentos utilizando la deslegitimación de las instituciones. Incluso, en algún momento han llegado a intentar la deslegitimación de la institución monárquica. Por desgracia, estamos acostumbrados a que se usen este tipo de estrategias.
— Hay muchos policías y guardias civiles que se han jugado y se juegan la vida en la lucha contra el terrorismo y que piensan que este es un monstruo que se ha permitido que creciera sin que nadie diera una respuesta adecuada. ¿Es ahora cuando el Gobierno se da cuenta de la magnitud del problema?
— En el tiempo que llevo al frente de la Guardia Civil y en el poco tiempo que llevo al frente de la Policía he tenido la oportunidad de hablar con muchos responsables de la lucha antiterrorista, y afortunadamente estas situaciones no hacen mella en su profesionalidad ni en su capacidad de trabajo. Sin duda, estas actuaciones afectan negativamente al estado de ánimo, pero no les restan ni un ápice sus ganas de trabajar. Mi primera reunión de trabajo cuando llegué al mando único fue con los responsables de la lucha contra el terrorismo y puedo asegurar que están trabajando con toda intensidad.
— Cuando oye, lee o le cuentan lo que algunos medios aseguran, ¿qué es lo que le viene a la mente?
— Obviamente, no me gusta que se dé crédito a personas sin ningún tipo de prestigio ni escrúpulos. A partir de ahí, he de decir que tengo la absoluta convicción de que el atentado del 11-M fue perpetrado por radicales islamistas y que todo lo que se una a esto es una pura especulación. Aquí no ha habido ninguna conspiración. Lo que me duele de todo este debate es que se pierda de vista que hubo 192 muertos, me produce un cierto asqueo moral.
— ¿Cómo califica la postura de un sector muy concreto del PP que da pábulo a esta teoría conspirativa?
— La sensación que tengo es que estar diariamente avalando este tipo de informaciones pone de manifiesto que no hay soluciones alternativas a los problemas. Los ciudadanos quieren saber la verdad de lo que ocurrió el 11-M, pero también lo que va a pasar con la economía, la vivienda o la seguridad ciudadana.
— Hay quien ha vinculado el llamado «proceso de paz» con el 11-M. ¿No es un salto todavía más grave en la deslegitimación de la acción del Gobierno?
— Sin duda. Estamos en un momento en donde podemos felicitarnos de que llevamos más de tres años sin un asesinato, en una situación de alto el fuego permanente y en unas condiciones inmejorables para acabar con la violencia. Es una oportunidad que no se debe desaprovechar.
— ETA está ahora en una estrategia de ejercer mayor presión sobre el Gobierno con actos de kale borroka. ¿Lo tenían previsto?
— Es un hecho objetivo que hay una intensificación de la violencia callejera. Nosotros trabajamos como si el proceso de paz fuera a ir mal, porque en el concepto de seguridad se tienen que estudiar todas las hipótesis y es fundamental prever las más peligrosas.
— ETA ha avisado de que si en pocas semanas el proceso no avanza, la situación de alto el fuego permanente podría ser reversible. ¿Qué opina de este envite de la banda?
— ETA y lo que se llama el entorno están mayoritariamente convencidos de que por la violencia no van a lograr sus objetivos. Es muy importante que entren en la vía democrática, en la que se puede hacer cualquier planteamiento siempre que no se use la violencia. Sería un privilegio asistir al fin de ETA estando al frente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y sería una desgracia enorme el que la banda retomara la actividad armada.
— Zapatero siempre ha dicho que cualquier tipo de violencia era incompatible con el diálogo. Ahora hay kale borroka y el presidente dice que los contactos son inminentes. ¿Qué ha cambiado?
— No me corresponde opinar sobre ello. Mi responsabilidad es que las Fuerzas de Seguridad trabajen con la misma intensidad o mayor para tener previstas respuestas a cualquier hipótesis. Hay que estar preparados por si los asesinatos vuelven a repetirse.
— Hay un dato llamativo y es que se ha intensificado la kale borroka y en cambio desde la tregua sólo ha habido un par de detenciones, esta misma semana y realizadas por la Ertzaintza. ¿Se ha perdido capacidad operativa?
— En temas de terrorismo callejero la Ertzaintza tiene sus competencias. La Guardia Civil y la Policía, desde la declaración de alto el fuego, han detenido alrededor de 23 personas relacionadas con ETA. La realidad es que ahora mismo no hay una actividad armada y lo lógico es que el número de detenciones sea menor por este motivo. Algunos responsables de esta lucha me comentaban que ahora tenían desdibujados a sus enemigos porque no estaban actuando y esto les podía producir una sensación de trabajar sin ver resultados, pero la realidad es que la situación es la que es y es lógico que si no se produce una actividad armada y no hay detrás de esta actividad armada una actividad logística el número de detenciones sea menor.
— ¿Han detectado los servicios de información que el sector duro de la banda está imponiendo sus tesis?
— La sensación que hay es que mayoritariamente se apuesta por el proceso de paz. Sí hay determinadas psicopatías que pueden ser incompatibles con este camino. Las escenas que hemos visto estos días de algunos miembros de ETA hacen pensar que en cualquier situación que no sea la violencia estas personas no van a estar cómodas.
— En este mismo sentido, ¿es previsible o al menos no descartable que se pudiera producir una escisión en la banda?
— Esta es una hipótesis que no se descarta porque además tenemos el antecedente del IRA. Cuando arrancó el proceso en Irlanda surgió lo que se llamó el IRA auténtico, que perpetró el atentado de Omagh. Por eso, esta posibilidad de que surja un grupo escindido que piense que sólo puede conseguir sus objetivos con más asesinatos es contemplada por las Fuerzas de Seguridad.
— Personas del PSE, del PP e incluso antiguos miembros de ETA creen que la banda no tiene ninguna intención de abandonar las armas, pero también que la reversibilidad del proceso es difícil, porque la sociedad vasca y la española en su conjunto no asimilarían el impacto de un asesinato. ¿Comparte usted ese análisis?
— Sí, tengo la misma opinión. En todos los momentos de la lucha contra ETA las circunstancias han tenido su importancia. A la banda se la ha debilitado con los tres pilares: la eficacia policial, la firmeza judicial y la cooperación internacional. En este momento estamos en unas condiciones para alcanzar la paz de manera definitiva. Yo creo que hay que intentarlo. El proceso es un camino que se va a recorrer con dos linderos, el respeto a la legalidad y la memoria de las víctimas. Con estos condicionantes, con el hecho de que no se va a pagar un precio político, estamos en buenas condiciones para asistir al fin de la violencia.
— Hay otro asunto muy delicado, el soplo policial a un miembro del «aparato de extorsión» de ETA. ¿En qué fase está la investigación?
— Cuando el juez ha pedido algún tipo de informe a la Guardia Civil se le ha aportado. A partir de ahí es una investigación secreta.
— ¿Hay alguna explicación lógica a lo que ocurrió?
— Este tema yo lo he visto desde mi responsabilidad anterior como director general de la Guardia Civil en donde el juez pidió una información y se le dio. No nos ha vuelto a pedir más informes o que hagamos más gestiones.
— ¿Pero qué gravedad atribuye a este hecho?
— Habrá que esperar. Los tiempos informativos no coinciden con los judiciales. Lo mejor en estos casos, como responsable de las Fuerzas de Seguridad, es esperar a la resolución judicial.
— En un momento clave del llamado «proceso de paz» se ha relevado al máximo responsable de la Policía en la lucha contra el terrorismo. ¿Fue él quien pidió el cambio? ¿Tiene algo que ver con el 11-M?
— A esta persona se la ascendió. No sé si el cambio tiene algo que ver con esto o no. Yo lo que he visto es a una persona duramente criticada en algunos medios de comunicación y cuando uno recibe esas críticas, en muchas ocasiones injustas, a todos nos duele. Esto puede producir una sensación de un cierto cansancio. Yo creo que el comisario Rubio ha sido calumniado, los juicios sobre él afectaron en algunos casos a su profesionalidad. El ministro dejó claro su aprecio a la profesionalidad de esta persona.
— Hay otro asunto que en este momento es clave como es la inmigración. ¿Se ha convertido, junto al llamado proceso de paz, en una prioridad de su Dirección General?
— Es un problema en el que el Gobierno está volcado. Pero no se ha convertido ahora en un problema; la inmigración ilegal en España comienza alrededor del año 95. El grueso coincide con el Gobierno del PP, que realizó cuatro regularizaciones, legalizó a 500.000 inmigrantes y dejó debajo de la alfombra a 800.000. Con el PP había en España 1.300.000 ilegales. En 2002 y 2003 llegaron a Canarias 19.500 inmigrantes ilegales. El Gobierno popular gestionó mal el problema de la inmigración. El actual Ejecutivo, en cambio, hizo la regularización ligada a contratos de trabajo, puso legalidad donde había ilegalidad y dignidad donde había indignidad. Por tanto, no puedo entender que se hable de efecto llamada cuando los inmigrantes regularizados ya estaban en España. Ahora bien, no negamos la dimensión del problema. Si en un barco caben 50 personas y suben otras 1.000, lo que tenemos son 1.050 náufragos. Una llegada masiva de millones de personas provocaría la quiebra del estado del bienestar. Lo que hay que hacer es luchar contra la inmigración en origen, como venimos haciendo. El inmigrante ilegal tiene que saber que tarde o temprano se tendrá que ir de España.
— Llama la atención que haya cuantificado los inmigrantes ilegales que había con el PP, porque entonces es de suponer que saben cuántos hay ahora...
— La última regularización del PSOE afectó a 600.000 inmigrantes que ya estaban en España. A partir de ahí los cálculos son complicados, desconozco el número de irregulares que pueda haber en España. Lo que digo es que hay un problema importante y que sería bueno que hubiera un pacto de Estado entre los dos principales partidos. Esta situación no la ha generado el actual Gobierno, y el anterior ha estado durante ocho años, que es cuando se produjo el grueso de este fenómeno. En todos los mecanismos que se han puesto en marcha, excepto en el caso del SIVE, hemos partido de cero.
— Es curioso que se pida un pacto de Estado de inmigración al tiempo que se descalifica toda la gestión del PP en esta materia.
— Hay que hacer borrón y cuenta nueva. Creo que sería bueno, quizá no fundamental, que existiera ese pacto para exigir también más actuaciones a la Unión Europea. Este es un problema de dimensión comunitaria, y requiere soluciones a ese nivel. Ahora hay unos mecanismos que nosotros agradecemos, pero hay que convencer a Europa de que esto es un problema global.
— En la cumbre europea de Tampere de esta semana Alemania y Austria han puesto dificultades a que se concedan nuevas ayudas económicas a España. ¿Hay una falta de sensibilidad absoluta?
— Falta de sensibilidad absoluta no, porque por primera vez se han establecido mecanismos de control de la inmigración ilegal con medios europeos. Sí es verdad que hay que seguir haciendo esfuerzos para convencer de que el problema no se soluciona a corto plazo y que va a continuar. Hay algo de sentido común: si Europa decide que no haya fronteras interiores tiene que reforzar las fronteras exteriores, y la del sur de Europa es la española y sufre el problema de la inmigración ilegal.
— ¿Es mantenible en el tiempo la dinámica actual de conceder importantes ayudas a los países para que acepten las repatriaciones?
— No hay otra solución que controlar la inmigración en origen y las repatriaciones. Otro aspecto importante es la inversión en políticas de desarrollo, que en estos dos años ha aumentado en un 30 por ciento, pero se trata de medidas a medio y largo plazo. Ahora mismo tenemos un problema a corto plazo, que es la llegada cada día de inmigrantes indocumentados. Ningún país quiere aceptar a un inmigrante que no tenga la certeza de que es un nacional suyo, por lo que hay que convencerles para que vengan comisiones de identificación. Hay que entender también que para estos países la inmigración no es un problema, sino una solución, ya que estas personas envían remesas de dinero a sus familias y son una válvula de escape social. Y en estos países hay elecciones también, y opinión pública, y eso hay que tenerlo en cuenta.
— La inmigración no está unida a la delincuencia, pero según los últimos datos de la Fiscalía General del Estado los índices de criminalidad alcanzan cotas como las de 2002. ¿La inmigración ilegal tiene que ver con este fenómeno?
— Hay inmigrantes ilegales que delinquen y nacionales que delinquen. Cualquier generalización no sólo no es acertada sino que también es peligrosa. Dejando muy clara esta premisa, la realidad es que alrededor del 30 por ciento de las detenciones que se practican en España son de extranjeros.
— El Gobierno ha anunciado la creación del Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado. ¿Cuándo va a entrar en funcionamiento?
— Se está ultimando todo el mecanismo de funcionamiento y el protocolo y en los próximos días se designará quién va a dirigir este centro. Se está haciendo un esfuerzo importante en la lucha contra la criminalidad organizada, con la creación de equipos específicos tanto de la Policía como de la Guardia Civil, que además van a aumentar.
— Crisis de inseguridad como la vivida en Cataluña han demostrado que las policías autonómicas no pueden abordar en solitario un fenómeno de esta magnitud. ¿Ha llegado el momento de hacer un debate a fondo sobre el modelo policial?
— Cuando se construye una nueva organización, tal como ya sucedió con el estado de las autonomías, no se sabe exactamente cómo va a quedar definitivamente articulada. Trabajamos en la mejora de la coordinación con las policías autonómicas. Si el Gobierno ha tomado la decisión de crear un mando único para mejorar la coordinación y la eficacia, todos los mecanismos que favorezcan también esto con las policías autonómicas se intensificarán.
— ¿Ha aumentado la sensación de inseguridad?
— Hay determinados delitos que provocan una alarma social muy considerable aunque el número de esos delitos sea muy pequeño. Por ejemplo, los secuestros exprés, que en España son insignificantes pero que cuando se produce un caso se dispara la sensación de inseguridad porque todos podemos ser víctimas de ese delito. Hay una tendencia a la baja en los índices de criminalidad. Respecto al año anterior, hasta julio de 2006 se había producido una disminución del 4,4 por ciento, y alcanza el 6,4 la bajada en delitos contra el patrimonio. Dicho esto, no me gustan las estadísticas. Yo no le puedo decir que está bajando este tipo de delitos a una persona a la que le han asaltado en su casa, maniatado y golpeado. Mi obligación es que haya más Policía, más Guardia Civil y que cuenten con mejores medios. Mi grado de insatisfacción será permanente, porque siempre habrá delitos y delincuentes.
— Una de las banderas del Gobierno ha sido la lucha contra la violencia de género y este año han sido asesinadas ya casi 60 mujeres... ¿Se van a destinar más agentes a la protección de las víctimas?
— El número de mujeres víctimas de la violencia de género es impactante. Hemos incrementado en un 56 por ciento el número de especialistas de la Policía y la Guardia Civil. Hay equipos de atención en todas las provincias en la demarcación de la Policía y en todas las Comandancias de la Guardia Civil. Pero es evidente que hay que seguir incrementando medios.
Una entrevista de José Antonio Zarzalejos y Pablo Muñoz publicada por el diario ABC el domingo 24 de septiembre de 2006. Por su interés informativo reproducimos íntegramente su contenido. |