Del halago al vilipendio
MADRID. No siempre fue así. Antes, Pedro José Ramírez quería a Baltasar Garzón, le apreciaba y, a tenor de lo escrito en sus libros, le consideraba incluso un amigo. De la mano caminaron en el caso de los GAL, cuando el periodista se lanzó en su particular cruzada contra el ex presidente del Gobierno Felipe González y la cúpula del Ministerio del Interior. Una lucha en la que los caminos del diario «El mundo» y del juez de la Audiencia Nacional iban parejos.
No es de extrañar, por tanto, que a muchos les hayan sorprendido las virulentas críticas que desde «El mundo» se han dedicado a Garzón después de que el magistrado imputase una presunta falsedad documental a tres peritos policiales. Esta circunstancia afectaba de manera directa al diario de Pedro José Ramírez y a la campaña en la que éste se embarcó ya el 11 de marzo de 2004. Una campaña orquestada en el empeño de demostrar la implicación de ETA en los atentados de los trenes. La presión al magistrado ha sido tal que se ha visto obligado a pedir el amparo del Consejo del Poder Judicial por las palabras con las que «El mundo» y el locutor Jiménez desde la Cope se han desquitado en los últimos días. El «caso del bórico» ha desatado las iras de Ramírez, que no está dispuesto a que su otrora amigo y aliado desmonte los argumentos de los que se sirve su periódico cada día para continuar exprimiendo hasta la saciedad el 11-M.
Sin embargo, si miramos hacia atrás, en su temprana autobiografía publicada en 1991 -con tan sólo 39 años- y con la colaboración de la periodista Marta Robles, Pedro José Ramírez recordaba los halagos que ya había dedicado a Garzón en su libro La rosa y el capullo en el que decía de él: «Puestos a hablar del elenco, estaba claro que la ciudadanía podía enorgullecerse de haber encontrado en Baltasar Garzón un juez tan honrado y pertinaz -si bien mucho más joven- como el legendario John Sirica». Toda una declaración de intenciones.
La cosa no quedó ahí, y a lo largo de los años el idilio entre ambos continuó auspiciado por los grandes procesos judiciales en los que Pedro José Ramírez daba su apoyo incondicional a Garzón. Tanto es así que mantuvieron varios encuentros y conversaciones. En una de ellas, por teléfono, el periodista insufla ánimos al magistrado para que no se venga abajo ante las fuertes críticas y los duros ataques de los que es objeto con frases como «quiero decirte que lo que estás haciendo tiene un gran valor para muchas personas». Este extracto pertenece al libro Amarga victoria, en el que Ramírez narra las presiones, insultos y vejaciones a los que tuvo que hacer frente Garzón durante el caso de los GAL, y en el que lo defiende de las acusaciones que se realizaron para dejar de manifiesto la estrecha relación que los unía en el pasado. Una clara defensa ante la «cacería» de Baltasar Garzón.
No es la primera vez que «El mundo» arremete contra el juez de la Audiencia Nacional. La relación entre el magistrado y el periodista tuvo que salvar un escollo bastante importante cuando Garzón aceptó ir de número dos en la lista del PSOE en Madrid. Esta incursión en la política fue el acicate que hizo que Ramírez se lanzase a la crítica del que había sido su admiradísimo Garzón, compañero de venturas y desventuras en la trama de los GAL, que hizo que el periódico de Pedro José Ramírez hiciera sus aspavientos. Lo consideró poco menos que una traición, y fue de especial dureza en el editorial «Garzón tenía un precio». Sin embargo, cuando el juez de la Audiencia Nacional decidió abandonar su brevísimo escarceo con la política, Ramírez volvió a la línea elogiosa que le había dado tan buen resultado en anteriores ocasiones, hasta el punto de escribir la que quizá sea una de las mayores alabanzas que ha recibido un juez: «Baltasar Garzón ha guiado con destreza la relampagueante trayectoria del arma justiciera, dibujando en la pizarra de la historia uno de los más memorables guiones torcidos de Dios».
Numerosas han sido las ocasiones en las que Pedro José Ramírez ha admirado la pericia y resolución de Garzón. Así, en Mis cien mejores cartas del director, se desprende el halago en el artículo «Lo que está en juego en el «caso Amedo»», cuando Ramírez se pregunta sobre si la actuación del Gobierno de Felipe González en el caso de los GAL es complicidad o negligencia. Escribe: «La misma disyuntiva planteada con aséptica crudeza en el auto del juez Garzón...», una innegable aprobación a la contundencia del juez.
En el mismo libro, el director de «El mundo» destaca la profesionalidad del magistrado. En «González se escribe con X» dice: «Es cierto que en aras de guardar las apariencias de vez en cuando es necesario hacer concesiones a la galería y que algunos de estos temerarios subalternos terminen empitonados por jueces independientes como Garzón o Márquez».
El artículo «La España del general Galindo» le sirve a Pedro José Ramírez para ensalzar la firmeza de su de momento amigo a la hora de tomar decisiones. «En ese tesón de Belloch y su equipo por destripar el GAL de la Guardia Civil -sólo equiparable con el exhibido por Garzón respecto al de la Policía- va a estar una de las claves de las impredecibles semanas venideras», escribiría el director de «El mundo», que añadiría que «Garzón no se ha andado con chiquitas», en el libro Amarga Victoria.
El periodista comenzará a llamar a Garzón «El Príncipe de la Magistratura», tomando las palabras de otro en consideración al gran poder que el juez ha ido acumulando a lo largo de su carrera, sobre todo desde su llegada a la Audiencia Nacional. El calificativo, lejos de usarlo de un modo despectivo, hay que considerarlo como signo de admiración y respeto.
La ruptura
En cuanto a las pesquisas de los atentados del 11-M, hay que decir que no siempre fueron motivo de discordia entre ambos. En la carta «Algo huele a podrido en Dinamarca», Pedro José se ocupa del estado de las investigación seis meses después de la matanza y se queja de la actuación del juez Juan Del Olmo, extremo que no deja pasar para elogiar una vez más a Garzón cuando escribe: «Conclusión provisional: ya sabemos que -para bien, pero sobre todo para mal- Del Olmo no tiene ni la ambición ni la vista de águila de Garzón». El idilio todavía sobrevivía al difícil paso de los años.
En El desquite, un libro que denosta a Felipe González y critica a Aznar, Pedro José Ramírez acaba de entronizar a Garzón al afirmar que «desde la Audiencia Nacional había aceptado el envite de coger los toros más peligrosos por los cuernos». Un juez en la cumbre, un «juez estrella», como se decía entonces, que además de honrado, independiente y firme era, a ojos del periodista, representante de la modernidad: «Encendía las expectativas sobre la globalización de la Justicia acorde con la nueva realidad mundial».
Pero de nuevo las páginas del diario sueltan sapos y culebras contra Garzón en los últimos tiempos. Las cañas se convierten en lanzas. El juez ha cometido el pecado -¿imperdonable a ojos de Ramírez?- de poner en duda la veracidad y la honradez de los peritos del caso del 11-M, tema éste que ha sustentado el presunto periodismo de investigación de «El mundo», que algunos señalan de forma pública como el periodismo de talonario.
«El mundo» se despachó a gusto con Garzón con una retahíla de graves insultos y acusaciones: «Montaje de Garzón para criminalizar a los peritos que denunciaron la falsificación»; «Linchamiento de tres inocentes víctimas de Garzón»; « Es obvio que el juez vulneró sus garantías procesales, en una conducta rayana en la prevaricación»; «Todo esto ha sido perpetrado... por un juez que actúa sin competencias, por la noche y en secreto, con evidente mala fe, y habrá que comprobar también si con afán coactivo y de manera ilícita».
La relación, el idilio, se ha roto, y esta vez parece que de forma definitiva.
Texto de Pablo Mingote publicado por el diario ABC el lunes 9 de octubre de 2006. Por su interés informativo reproducimos íntegramente su contenido. |